En España solemos hacer mucha patria con los productos propios. El vino es uno de ellos, junto con el queso. La otra gran estrella de nuestras viandas tradicionales y por la que sentirnos orgullosos.
Es innegable que tenemos una industria alimentaria tremenda, de gran calidad. Esto creo que nadie lo duda. Pero no es la primera vez que frente a una botella de vino peninsular, alguien dice aquello de “tenemos el mejor vino del mundo”, haciendo un inconsciente brindis al sol. Y así damos por sentado una falsedad tremenda, como si los demás no supieran hacer lo que llevan haciendo toda la vida. Y a continuación de esta afirmación, apostamos por nuestra calidad (dejadme que me ría), muy por encima de la tradicional Francia como productora del mejor vino mundial. Y eso, menospreciando e ignorando a países productores tan tradicionales como Italia, Portugal, Alemania, Sudáfrica o Australia. Y así, sin darnos cuenta, estamos incurriendo en un chovinismo casposo e ignorante, falto de conocimiento y sin fundamento alguno.
No voy a ser yo el que hable de calidades y enfrente a países y producciones. No es la intención de esta entrada. Es más, no me interesa en absoluto. Hay gente mucho más preparada que yo para discutir este tema que a veces es vano en su simple planteamiento.
Al contrario, quería hablaros de Italia cómo país productor, y del Trentino/Alto Adige como gran zona productora. Una zona que llevo visitando en mis vacaciones de invierno durante los últimos 10 años y de la cual me he enamorado perdídamente. Una zona que me ha permitido descubrir una cultura y una forma de hacer vino diferente. Que en los últimos 100 años ha tenido que adaptarse forzosamente a un país nuevo y muy distinto, a una forma de vida casi opuesta. Y que casi vive como una isla de tradición austriaca en un país mediterráneo. Una zona, en definitiva, en la que la adaptación a los cambios vienen administrados casi por obligación.
Por situarnos. La región autónoma del Trentino/Alto Adige está situada al noreste de Italia. La región se divide en dos provincias, Trentino y Alto Adige. El Alto Adige es la provincia que nos ocupa en esta entrada y de la que vamos a seguir hablando a continuación. Es territorio fronterizo al norte con Austria, y hasta el año 1918 territorio perteneciente al imperio Austro-húngaro y ocupado y anexionado por Italia debido a la primera guerra mundial. Por lo que gran parte de las familias y pueblos son de origen austríaco, y por lo tanto, de tradición “germánica”. Por supuesto, el 70% de la población de la provincia es germano hablante. Se convive con tres idiomas, Alemán, ladino e italiano. La provincia tiene un régimen fiscal especial gracias a su situación y a que el territorio fue anexionado en los años veinte. Así, con esta breve descripción y dejándome muchas cosas por el camino, podéis evaluar las diferencias con los demás territorios italianos.
Tierra de contrastes. Profundos valles y grandes montañas de color rosa y anaranjado. Montañas de coral. Originalmente fondos marinos que se alzan por encima de 3000 metros. Un espectáculo visual incomparable al atardecer. No os perdáis las puestas de sol en este lugar y como se reflejan los colores en las rocas, ¡¡alucinantes!!
Clima alpino, muy frío en invierno y de insolación limitada, gracias a la dificultad del terreno y a las horas de sol invernales. Lo que limita y marca mucho el cultivo de la vid. Tradicionalmente de uva tinta, aunque el clima, latitud y orografía dicte lo contrario. Viñas casi en cualquier hueco del valle que también suben por las laderas del cañón que mucho tiempo atrás ocupó el río Adige. Aunque en los últimos años los cultivos se están transformando hacia la uva blanca por requerimientos lógicos del clima y la gran calidad y cuidado, casi mimo, de los terruños. Donde la calidad de estos vinos blancos es tan tremenda que es imposible no replantearse su labor. Tierra de uvas tradicionales y autóctonas como la teroldego rotaliano y la lagrein en tinto. Kerner y sylvaner en blanco. Donde por el contrario, la reina de todas es una casta blanca, la gewurztraminer. Ya veis cuantos contrastes en esta maravillosa tierra.
Aun así, no se dejan de vinificar otras grandes variedades como la cabernet sauvignon o la pinot nero (pinot noir o blauburgunder) en variedades tintas. O la chardonnay, sauvignon, pinot grigio (pinot gris) o la pinot bianco (pinot blanc o weissburgunder) en castas blancas. Aunque estas son un ejemplo de la variedad de uvas y vinos diferentes que podemos encontrar en esta parte del mundo.
Tuvimos la grandísima suerte de visitar la Cantina Terlano. Una cooperativa con más de 250 cooperativistas que hacen vinos de calidad en Terlan, el pueblo que acoge la bodega. A unos 10 kilomentros al sur de Bolzano, la capital de la provincia. Nuestra anfitriona fue Renate. Una joven entusiasta trabajadora de la cantina que nos acompañó en la visita y nos mostró la tradición vitivinícola de la zona. ¡¡Vaya paradoja!! La tradición mostrada desde el sentimiento y la visión joven y los procedimientos de vinificación modernos.
Ese creo que es su secreto. Los directores y enólogos de la cooperativa han apostado en los últimos 20/25 años en elaborar vinos de calidad frente a las políticas de alta producción que reinan en las cooperativas tradicionales. No ha sido un camino fácil, como nos explicaba Renate. El control de calidad de las viñas de todos los pequeños majuelos de “los paisanos” ha sido fundamental. Así como el ayudarles a entender que por encima de la producción hay que primar la calidad. Seducir a esta gente para hacer ese trabajo ha sido muy difícil. Y prácticamente día a día tienen que seguir concienciándoles para que no se olvide. Tratar de persuadir a alguien que cuida sus viñas de una manera tradicional de que traicione a sus generaciones pasadas, no debe ser nada fácil. Traición a la tradición, en definitiva. Pero al final la cooperativa produce vinos excelentes en todos sus rangos de precios. Desde los vinos más sencillos, hasta los más selectos y caros, todos con una calidad tremenda y contrastada.
Y siempre respetando la tipicidad del terreno y la zona. Características dominadas por la acidez y mineralidad de las montañas de los Dolomitas. Por unos vinos blancos auténticos, frescos, completos y con un cuerpo inusual por la latitud en la que nos encontramos. Y unos tintos etéreos, elegantes, aromáticos, finos y suaves. Y en algún caso como la malvasía, incluso maduros. Tintos diferentes y con una línea muy marcada. Son más de 30 los vinos que se pueden degustar de esta bodega. La pena es que no da tiempo material a probarlos todos, y tenemos que confiar en Renate y su gusto. Y menudo recorrido nos hizo, tremendo.
Me quedo a medio camino con esta entrada, porque no he podido hablar todavía de todo lo que quería. No os he podido comentar aún ningún vino de la Cantina Terlano. Así que me quedo pendiente de una segunda entrada hablando de lo que he probado y de lo que me parecieron sus vinos. Y por supuesto, contaros como es esta bodega por dentro, que me resulto muy interesante y diferente. ¡¡¡Una auténtica maravilla moderna!!!
Saludos desde el alucinante norte de Italia.