Los vinos del Tirol del sur (Alto Adige)

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En España solemos hacer mucha patria con los productos propios. El vino es uno de ellos, junto con el queso. La otra gran estrella de nuestras viandas tradicionales y por la que sentirnos orgullosos.

Es innegable que tenemos una industria alimentaria tremenda, de gran calidad. Esto creo que nadie lo duda. Pero no es la primera vez que frente a una botella de vino peninsular, alguien dice aquello de “tenemos el mejor vino del mundo”, haciendo un inconsciente brindis al sol. Y así damos por sentado una falsedad tremenda, como si los demás no supieran hacer lo que llevan haciendo toda la vida. Y a continuación de esta afirmación, apostamos por nuestra calidad (dejadme que me ría), muy por encima de la tradicional Francia como productora del mejor vino mundial. Y eso, menospreciando e ignorando a países productores tan tradicionales como Italia, Portugal, Alemania, Sudáfrica o Australia. Y así, sin darnos cuenta, estamos incurriendo en un chovinismo casposo e ignorante, falto de conocimiento y sin fundamento alguno.

No voy a ser yo el que hable de calidades y enfrente a países y producciones. No es la intención de esta entrada. Es más, no me interesa en absoluto. Hay gente mucho más preparada que yo para discutir este tema que a veces es vano en su simple planteamiento.

Al contrario, quería hablaros de Italia cómo país productor, y del Trentino/Alto Adige como gran zona productora. Una zona que llevo visitando en mis vacaciones de invierno durante los últimos 10 años y de la cual me he enamorado perdídamente. Una zona que me ha permitido descubrir una cultura y una forma de hacer vino diferente. Que en los últimos 100 años ha tenido que adaptarse forzosamente a un país nuevo y muy distinto, a una forma de vida casi opuesta. Y que casi vive como una isla de tradición austriaca en un país mediterráneo. Una zona, en definitiva, en la que la adaptación a los cambios vienen administrados casi por obligación.

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Por situarnos. La región autónoma del Trentino/Alto Adige está situada al noreste de Italia. La región se divide en dos provincias, Trentino y Alto Adige. El Alto Adige es la provincia que nos ocupa en esta entrada y de la que vamos a seguir hablando a continuación. Es territorio fronterizo al norte con Austria, y hasta el año 1918 territorio perteneciente al imperio Austro-húngaro y ocupado y anexionado por Italia debido a la primera guerra mundial. Por lo que gran parte de las familias y pueblos son de origen austríaco, y por lo tanto, de tradición “germánica”. Por supuesto, el 70% de la población de la provincia es germano hablante. Se convive con tres idiomas, Alemán, ladino e italiano. La provincia tiene un régimen fiscal especial gracias a su situación y a que el territorio fue anexionado en los años veinte. Así, con esta breve descripción y dejándome muchas cosas por el camino, podéis evaluar las diferencias con los demás territorios italianos.

Tierra de contrastes. Profundos valles y grandes montañas de color rosa y anaranjado. Montañas de coral. Originalmente fondos marinos que se alzan por encima de 3000 metros. Un espectáculo visual incomparable al atardecer. No os perdáis las puestas de sol en este lugar y como se reflejan los colores en las rocas, ¡¡alucinantes!!

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Clima alpino, muy frío en invierno y de insolación limitada, gracias a la dificultad del terreno y a las horas de sol invernales. Lo que limita y marca mucho el cultivo de la vid. Tradicionalmente de uva tinta, aunque el clima, latitud y orografía dicte lo contrario. Viñas casi en cualquier hueco del valle que también suben por las laderas del cañón que mucho tiempo atrás ocupó el río Adige. Aunque en los últimos años los cultivos se están transformando hacia la uva blanca por requerimientos lógicos del clima y la gran calidad y cuidado, casi mimo, de los terruños. Donde la calidad de estos vinos blancos es tan tremenda que es imposible no replantearse su labor. Tierra de uvas tradicionales y autóctonas como la teroldego rotaliano y la lagrein en tinto. Kerner y sylvaner en blanco. Donde por el contrario, la reina de todas es una casta blanca, la gewurztraminer. Ya veis cuantos contrastes en esta maravillosa tierra.

Aun así, no se dejan de vinificar otras grandes variedades como la cabernet sauvignon o la pinot nero (pinot noir o blauburgunder) en variedades tintas. O la chardonnay, sauvignon, pinot grigio (pinot gris) o la pinot bianco (pinot blanc o weissburgunder) en castas blancas. Aunque estas son un ejemplo de la variedad de uvas y vinos diferentes que podemos encontrar en esta parte del mundo.

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Tuvimos la grandísima suerte de visitar la Cantina Terlano. Una cooperativa con más de 250 cooperativistas que hacen vinos de calidad en Terlan, el pueblo que acoge la bodega. A unos 10 kilomentros al sur de Bolzano, la capital de la provincia. Nuestra anfitriona fue Renate. Una joven entusiasta trabajadora de la cantina que nos acompañó en la visita y nos mostró la tradición vitivinícola de la zona. ¡¡Vaya paradoja!! La tradición mostrada desde el sentimiento y la visión joven y los procedimientos de vinificación modernos.

Ese creo que es su secreto. Los directores y enólogos de la cooperativa han apostado en los últimos 20/25 años en elaborar vinos de calidad frente a las políticas de alta producción que reinan en las cooperativas tradicionales. No ha sido un camino fácil, como nos explicaba Renate. El control de calidad de las viñas de todos los pequeños majuelos de “los paisanos” ha sido fundamental. Así como el ayudarles a entender que por encima de la producción hay que primar la calidad. Seducir a esta gente para hacer ese trabajo ha sido muy difícil. Y prácticamente día a día tienen que seguir concienciándoles para que no se olvide. Tratar de persuadir a alguien que cuida sus viñas de una manera tradicional de que traicione a sus generaciones pasadas, no debe ser nada fácil. Traición a la tradición, en definitiva. Pero al final la cooperativa produce vinos excelentes en todos sus rangos de precios. Desde los vinos más sencillos, hasta los más selectos y caros, todos con una calidad tremenda y contrastada.02d01d59c3d749910d89a2230d3b5fb9

 

Y siempre respetando la tipicidad del terreno y la zona. Características dominadas por la acidez y mineralidad de las montañas de los Dolomitas. Por unos vinos blancos auténticos, frescos, completos y con un cuerpo inusual por la latitud en la que nos encontramos. Y unos tintos etéreos, elegantes, aromáticos, finos y suaves. Y en algún caso como la malvasía, incluso maduros. Tintos diferentes y con una línea muy marcada. Son más de 30 los vinos que se pueden degustar de esta bodega. La pena es que no da tiempo material a probarlos todos, y tenemos que confiar en Renate y su gusto. Y menudo recorrido nos hizo, tremendo.

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Me quedo a medio camino con esta entrada, porque no he podido hablar todavía de todo lo que quería. No os he podido comentar aún ningún vino de la Cantina Terlano. Así que me quedo pendiente de una segunda entrada hablando de lo que he probado y de lo que me parecieron sus vinos. Y por supuesto, contaros como es esta bodega por dentro, que me resulto muy interesante y diferente. ¡¡¡Una auténtica maravilla moderna!!!

Saludos desde el alucinante norte de Italia.

El Rubor de Orlando Lumbreras

Todo empieza en una idea, todo empieza en un sueño. Eso le pasó a Orlando Lumbreras. Apasionado del vino y al que al final no le quedó más remedio que meterse a viticultor, normal. Uno se enamora perdidamente varias veces en su vida. Quizás de varias mujeres, o quizás no, aunque esto pueda parecer extraño en un mundo monógamo. Pero a lo que me refiero, es que somos capaces de enamorarnos de cosas un tanto más efímeras. En este caso, de una uva, de un vino y de una tierra. De un sentimiento y una forma de interpretar el vino. Estas cosas quedan grabadas a fuego en el corazón de los apasionados.

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Una tierra con una conciencia propia, que se divide en tres provincias y que se une bajo una denominación, Vinos de Gredos. Un origen simulado, pero propio y ya adquirido por una panda de viticultores. Con una identidad única y con unos vinos imposibles de realizar en cualquier otro punto del planeta. Suelos, climas y microclimas, altura y cepas centenarias. Hay que currar la tierra, no hay otra manera de extraer el néctar. Las viñas no están preparadas para la maquinaria moderna. Mulillas, suelos descompuestos, parajes difícilmente accesibles. Y todo esto compone el sabor, la elegancia y singularidad de los vinos de Gredos.

Dentro de Orlando corre sangre que sabe a garnacha. Y sus lágrimas, sudor y saliva son de albillo. Todo esto es algo que sin duda pone en la labranza de sus majuelos. Entrega el alma, y casi la vida por sus viñas, con permiso de la familia, claro. Los ojos le brillan cuando habla de sus niños de cristal. Y a mí, cada vez que me cae un trago en la garganta del elixir, se me retuerce el cuerpo de placer. Me ruborizo al quedarme desnudo de regocijo frente a la mirada de Orlando mientras ratifica su creación.

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Dos uvas representativas de un paraje, de una zona, de un sentimiento ancestral. De algo que se respira en las estribaciones de Gredos. Algo que va más allá del comercio de vino que lleva más de 150 años nutriendo para bien y para mal esta comarca. Dos uvas de raza, de carácter, y que aquí se reflejan sin artificios en vinos monovarietales. No lo tienen todo, ni son perfectas. Pero como le pasa a Orlando, poseen alma y corazón de sobra para atesorar personalidad.

Vinos tradicionales, sin “polvos mágicos”. Todo natural. Mucho trabajo en la viña para que el vino quede hecho. Para que cuando llegue a la bodega no sea más que sacar un mosto de calidad y que él solo muestre todo su potencial. Crianzas en barricas usadas de 3er año. Tampoco queremos sabores extras, solo lo que dan los suelos de Gredos. Ante todo mineralidad, fruta y pasión. Y una puesta en escena con etiquetas coquetas pero sin estridencias. Vino para beber y compartir, en definitiva.

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A mí por cercanía y por afinidad personal y familiar, siempre me ha atraído esta zona. Descubrí hace años su nueva ola de vinos y viticultores. Y creo que con Orlando se eleva todo ese viaje. Tres vinos de tres zonas muy representativas de la(s) comarca(s). Cada garnacha con su carácter, cada botella con su personalidad. No dejéis de probar, pueden gustar o no, pero son únicos sin duda.

Anakos, 100% Garnacha de Rozas de Puerto Real y Cebreros

Anakos es un vino que refleja perfectamente los vinos de pueblo. Un vino turbio, sin filtrar, pero con el rojo carmesí de la garnacha. Evoca caramelos, piruletas y frutas del bosque. Y entra en la boca potente, con unos taninos jóvenes marcados. Buena acidez, frescura y frutos del bosque y frutos rojos bailando sobre la lengua.

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Disfrutón, diferente y estupendo para copear entre amigos, con unas tapas o de chateo. Y con esa acidez, no cansa.

Groove, 100% Garnacha de Cebreros

Serio, contundente, potente. Enorme Groove. Garnacha más calida que las otras dos. Cebreros tiene una insolación y temperaturas mucho más agresivas, sobre todo en el verano. Brillante, granate oscuro. Con una nariz potente, llena de fruta y con unos bálsamicos tremendos. Y en boca es rotundo, enorme, sobresaliente. Acidez, cuerpo, taninos presentes y domados pero no hay molestías, largo. Vinazo.

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Comer con este Groove al son de sus revoluciones debe ser una pasada. Carnes o guisos, un buen cocido. Salivo solo de imaginarlo. Es una garnacha potente pero con aires de elegancia tremenda.

Punto G, 100% Garnacha de Navaredondilla

El perfume hecho vino. Sutil y dispar. No existe la homogeneidad que había en Groove, de lo cual me alegro personalmente. Más aristas, más matices, más femenino. Con todas las connotaciones que conlleva. Color aún más brillante, un rojo más poderoso. Una capa más baja. Una fragancia en nariz. Hay que oler este vino para saber lo que dice la montaña. Y como entra en la boca, como acaricia con todo maxificado con respecto a sus dos hermanos. Acidez mucho más afilada, taninos mucho más marcados. El raspón aquí se nota, y que el majuelo está por encima de 1100 metros. Viticultura de montaña en un clima duro.

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Para mí un vino vibrante, interesante y potente. Un vino único. Que suerte de tener una botella en casa.

Gracias Orlando, un placer dejarme compartir contigo estas tres joyas. No voy a poder estar a tu altura periodística, espero que me disculpes. He intentado hacer esta entrada, al igual que tú tus vinos, desde el corazón.

También me teneis que disculpar, vosotros los lectores, por no publicar nada durante este tiempo. Compromisos, vacaciones y viajes. Prometo solucionarlo. Tengo en mente otros dos nuevos post, un monográfico de la zona de Gredos para intentar entender mejor sus vinos, y otra sobre un viaje a Italia. Espero que os guste este y los siguientes.

Saludos garnacheros.

Cata desaforada

Hace unos días decidimos hacer una reunión unos cuantos amigos del desaforado, uno de los foros de Nevasport. Esta vez no quedamos para hablar de nieve, si no de vino, comida mediante.

La quedada fue en Burgos, en el bar/cafetería Fisco, en el local de Oskar, un forero habitual y amigo de todos. Personalmente quiero agradecerle que pusiera su local a disposición para que pudiéramos coincidir todos allí. Hay que tener en cuenta que el día del festejo caía en fiesta nacional, casi nada.

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Llegamos allí llenos de ilusión y con ganas de pasarlo bien. Y porque no decirlo, algunos para experimentar una nueva experiencia enogastronómica, era su primera cata. Para todos era un día importante, se notaba. Nos íbamos a conocer personalmente y se palpaba cierto nerviosismo en los asistentes según iban llegando al bar.  Por fin le pondríamos cara a todos esos nicks tan conocidos, pero sin figura reconocible.

Después de las presentaciones oportunas y de acomodarnos en las mesas, comenzó el acto oficial y por el que nos habíamos reunido, la cata. Estábamos en un punto de no retorno, ese en el que Alberto nos deleita con su saber sobre vinos y su paciencia con todos nosotros. En esta ocasión nos presentaba los vinos de la bodega Quinta Milú, vinos de la Ribera del Duero, y Altos de San Esteban, vinos del Bierzo.

Por lo que vi allí, a unos les gusto más que a otros, lógicamente. Lo que sí que hay que reconocer, es que Alberto lo organizó todo muy bien y Andrés le secundó a la perfección. Le imprime a su trabajo mucha ilusión y se nota. Hizo mucho ahínco en dar una cata amena y divertida, pero con tanta gente y con las ganas de charlar y conocerse, fue difícil. Me dio un poco de pena que al tercer vino ya pocos le escucharan, o esa sensación tuve. Supongo que no por desinterés, sino porque el vino ya hacía mella y las ganas de charlar con el compañero eran irrefrenables.

 

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Cada uno de los asistentes habíamos traído diferentes viandas. Decidimos sacarlas durante la cata, y así hacer una propuesta de maridaje, y no beber a palo seco. Después te puedes agarrar una buena cogorza con el estómago vacío.

La comida toda increíble.  ¡¡Vaya chutney el de Quione!! ¿Y qué me decís del pisto de Patricia? Tortillas de patatas maravillosas, buen jamón, cecina, anchoas del cantábrico y el atún de Sitxu. Unos buñuelos muy buenos, que estábamos en temporada. Mermeladas riquísimas que trajo Feli. Quesos, de todo.

Supongo que habría alguna otra cosilla que se me escapa y no vi, o no recuerdo. Pero por lo que se ve, en este asunto todos se lo tomaron bastante en serio, e hicieron todo lo posible por agradar. Sinceramente, fue fantástico el empeño que pusimos por traer algo rico.

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A todo esto siguió una tarde estupenda en la que Uortar nos amenizo con un concierto de arpa y que nos dejo a todos con la boca abierta. Menudo broche para cerrar la tarde.

Quiero agradeceros vuestra compañía durante la cata y la comida. Y también quiero deciros que fue un día estupendo y que lo pase muy bien con todos vosotros. Un placer haberos conocido.

¡¡A ver si en breve lo repetimos!! ¿No?

Después teníamos una cena con unos amigos,  fue espectacular. Tenéis que visitar el huerto de Roque. En cuanto pueda hago una entrada comentando lo que probamos y como nos atendieron.

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Comimos en esta increíble mesa. Como veis, tienen un buen gusto por la decoración. ¡¡Menuda cena!!

Mientras os dejo las fotos para que salivéis.

Erase una vez en el Bierzo

Érase una vez, en un pueblo muy lejano del Bierzo… Así empiezan los buenos cuentos, y por eso os quiero hablar de algún buen vino del Bierzo que he probado y catado últimamente. Vinos de viñas relativamente jóvenes, pero que dan una calidad excepcional gracias a los cuidados de Germán y Honorino.cabecero_vinos

El Bierzo es una comarca leonesa situada al oeste de dicha provincia. Linda con Galicia en el oeste y con Asturias al norte. Esta disposición territorial le confiere un carácter especial. Próspera comarca minera antaño y luego en depresión durante décadas, ahora vive un pequeño resurgir gracias al turismo y al carácter rural de esta tierra.

Tierra de campo, con muchos recursos naturales para la ganadería y la agricultura. Clima suave y bondadoso para los cultivos, es una de las comarcas más grandes de España. De unos años hasta aquí, se vienen recuperando los viñedos tradicionales plantados en vaso. Una pequeña revolución, en la que la uva mencía está a la cabeza, que comparte con Galicia y Asturias, sin descuidar a mi amada prieto picudo, uva autóctona de León y que también se da por aquellos lares.

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Hoy quería dejaros una pequeña nota de cata de tres vinos que tuvimos la suerte de probar este último fin de semana. Tres vinos con la mencía como uva protagonista, pero siempre ensamblados con otras variedades, lo cual les confiere un carácter muy especial. Tres vinos de viñedos de altura, por encima de los 700 metros, y de parcelas y terrenos únicos.

Quiero hacer una nota aclaratoria, no soy un ortodoxo de las notas de cata. Me gusta más reflejar las sensaciones y/o emociones que me reporta el vino catado. No soy un entusiasta del lenguaje técnico e intentaré darle una vuelta un poco más emotiva a la descripción de los vinos que publiquemos en estas páginas.

 

La perra Gorda 2013 (80% mencía / 10% cabernet / 5% merlot) 6 meses en barricas usadas.la_perra_gorda_etiqueta

Color rojo muy vivo, joven a la vista. Ligera reducción en la nariz nada más abrirlo. Mucho ataque y astringencia en el primer sorbo. Cuidado, engaña. Hay que dejarlo tranquilo unos minutos, que abra y se exprese, que se desperece. Tras 10 min en la copa, y con la botella abierta, hay que darle al niño la confianza que se merece. Por supuesto, la cosa cambia, ya no es aquel niño llorón de hace un rato. Ahora ya es un joven alegre, dicharachero.

Paleta de frutas rojas en la nariz, se aprecia poca madera. En la boca es potente, afrutado, rico y con muchos caramelos de fresa. Toda la mala leche del principio se ha calmado, se ha vuelto un vino bondadoso, entero, resultón y divertido. Refrescante.

 

Altos de San Esteban, Viñas de Monte 2011 (80% mencía / 18% cabernet / 2% merlot) 14 meses en barricas usadas

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Dejo el vino un rato abierto, para que no pase como con su hermano. Dándole tiempo. Y cuando vierto en la copa, se hace grande. El color más apagado, aunque continúa vivo, con un bonito rojo rubí. Aquí se aprecia un carácter mucho más templado, sin perder la chispa.

En la nariz se muestra con todo su potencial. Fruta y más fruta. Muy aromático, frutas del bosque y rojas. Tostados muy suaves y con un fondo especiado, sutil. Muy definidos todos sus escalones. Se puede buscar mucho más, pero me gusta más disfrutar de un vino, de una fragancia, de un perfume. Perfumado sería la palabra idónea para describir lo que muestra este vino en la nariz.

Me lo llevo a la boca y me dejo acariciar. Astringencia contenida, acidez divertida. Unos taninos pulidos, pero de la uva, de hollejo, de raspón ¿Me equivoco Germán? Volumen pese a la acidez, ¿es que estaban reñidos estos dos parámetros? Y fruta y más fruta por toda la boca. Madera levemente marcada, sosteniendo todo el conjunto; poca, pero presente, como creo que tiene que ser.

 

Altos de San Esteban, Edición especial 2010 (80% cabernet / 20% mencía) 20 meses en barricas usadas.

 

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Carácter. Con esta palabra terminaría la explicación, pero me va a quedar un tanto seco y corto. De los buenos vinos me gusta hablar poco, intento hacer un esfuerzo. Todo lo que diga es para perder el siguiente sorbo.

Color más apagado, no tan vivo y con el ribete naranja, ciertos toques de oxidación a la vista.

En el fondo es una cabernet muy bien hecha, más divertida que las más clásicas. Ofrece otras cosas, cosas diferentes. Madera sutil, ligero láctico y comienza la pimienta y la fruta roja y negra a dar vueltas en la nariz. ¿Y el clásico pimiento verde de las cabernet? Yo localizo tomate más que pimiento, me agrada salirme del canon. Balsámicos, monte y regaliz. Profundo, elegante y divertido.

En boca es rotundo. Ataque moderado y astringencia a la altura que me esperaba, buena y rica. Acidez bien marcada, menos volumen que el anterior pero mucho más profundo, para beber tranquilo. Más vertical.

Aquí acabamos este corto viaje, pero seguiremos uva a uva probando vinos. Aquí y allá.

No os despisteis.

Saludos.

Un yanqui en la corte del Rey Arturo

Muchas veces me he sentido igual que Hank Morgan, cuando de repente en una cata me he sorprendido pensando a que huele el yeso.  Tan perdido como él, la capa, la lágrima, glicérico, olor a fruta negra madura, mineralidad. ¡Ay! la mineralidad, hablemos del mineralismo…

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Yo en esto del vino soy un recién llegado, en argot baloncestístico un rookie (realmente un sophomore este es ya mi segundo año). Y todo empezó de una forma sencilla, un compañero del trabajo me trajo una botella de vino de cerca de su pueblo (Finca la Estacada). Esa noche mi mujer y yo casi nos la bebemos entera, fue una cena muy divertida. El momento fue tan agradable que un día paseando vimos una pequeña tienda de vinos, Vinatico se llamaba y entramos a pedir otra botella de aquel vino que tan buen rato nos hizo pasar. Sergio nos atendió, y empezó todo. No tenía el vino que buscaba, pero nos recomendó otro parecido (Sospechoso). Y a partir de este punto, empezó a picarme el gusanillo.

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Después empezaron las catas en Vinatico, en este punto tengo que recordar la primera vez que vi a Alberto (Katxas). Era la primera cata a la que iba en mi vida, y allí estaba Alberto en su esquina, girando la copa  y mirando atentamente a la persona que daba la cata. Y de repente, le suelta: – Y a que altitud tenéis la viñas…. Jaja matame camión, pedazo de frikazo, pensé para mis adentros. La ignorancia que atrevida es!!!

Cata tras cata me fui acercando a Alberto, y descubrí a un tío con una desmedida pasión por los vinos y por el mundo que lo rodea. Siempre buscando lo diferente, lo autentico. Huyendo de ese esoterismo que ha rodeado el mundo del vino. Este finde nos iremos de cata a Burgos juntos, seguro que le pregunto lo de la altura.

He de reconocer que todavía me siento perdido, que todavía alucino cuando alguien catando un vino te dice que es de tal o cual uva. Alucino cuando te dicen que huele a yeso (¿a que huele el yeso?). Pero que queréis que os diga es divertido ir probando, ir entrenando para poder saborear una cosa u otra. Es divertido romper mitos, quitarse vendas, disfrutar de los vinos. Sin prejuicios, probando de todo. Si me gusta lo apunto sino me gusta apunto una segunda oportunidad.

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Creo que lo mas divertido de estar perdido, es que queda mucho que descubrir hasta que me encuentre. Y hay tantas cosas por descubrir….

PD) Os dejo un par de recomendaciones.

Una lectura fresca y ligera. Lo leí en mi juventud y  guardo un grato recuerdo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Un_yanqui_en_la_corte_del_rey_Arturo

Un poco de música:

Salud

El olfato para hacer un buen vino

Siempre estoy a la caza de nuevos vinos, nuevas referencias y gente diferente que tenga algo nuevo que ofrecer y aportar en este mundillo. Me gusta buscar gente joven que apueste por proyectos distintos, con ideas distintas y poco convencionales, y probar sus productos.

Una de las tendencias más de moda es el back to the basics, o traducido a nuestro castellano bajo mi libre interpretación, vuelta a lo que siempre ha estado bueno, vuelta a los vinos de siempre o vuelta al vino de pueblo de mis abuelos.

 

VINO TINTO

Me explico. Si unos paisanos en su pueblo hacían sus propios vinos, buenos vinos (por qué no decirlo), y la gente los bebía y disfrutaba, ¿por qué en los 20-30 últimos años hemos cambiado la forma de elaboración? Si a día de hoy, los Riojas clásicos son de los vinos más valorados en la península y en el mercado internacional, y si estos clásicos son mucho más sutiles y amables de beber que lo que entendemos por típico, ¿por qué son tan apreciados?

La sensación que hemos tenido los de nuestra generación, la generación de los ochenta y de los noventa, siempre ha sido que para que un vino sea bueno, ese vino tiene que ser potente y estructurado. Por lo tanto, esos vinos bebibles, amigables y, por qué no decirlo, divertidos, ya no se veían entre copas.

Entonces, ¿y el chateo qué? ¿Dónde se quedó? Se acabó porque no hay persona humana que se beba uno de esos vinos tan comerciales y tan superpremiados con un pinchito de tortilla en un bar. O te plantan unas buenas carrilleras de vaca o a ver como se aguanta toda esa estructura y pegada.

En una cata hablando con Roberto Oliván, joven viticultor en Rioja que apuesta por vinos más frescos, decía que él hace los vinos como son en su pueblo, como se hacían antes. Tiempo atrás la gente del campo se podía beber 3 o 4 litros trabajando, según Roberto, y no pasaba nada.

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Hoy por hoy eso es impensable. Pero lo que quería decir Roberto, y quiero trasladaros a vosotros, es que antes el vino era más liviano, más ligero, más fresco e incluso más apetecible en cualquier momento. Sin tener que vincular la comida y el vino irremediablemente. En definitiva, que se podía tomar en cualquier momento.

Según mi modesto punto de vista, en España hemos sobreexplotado esos vinos pesados, con mucha extracción, teñidos de un rojo oscuro, con maderas superpresentes, con taninos aplastantes y de boca extremadamente potente y con muchísimo volumen.

No digo que sean malos vinos. Muchos tienen puntuaciones de cata excepcionales, y están elaborados con delicadeza y llenos de complejidad. Pero seamos sinceros, ¿comiendo, cuántas copas de estos vinos podemos bebernos? Y ya sin comida por delante, ni hablamos de tomar varias copas. A mí, como aficionado a la enología, no me entra ni una copa completa.

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Y así, buscando vinos singulares, diferentes y mucho más amables, en la misma Ribera del Duero, es donde me encuentro a Germán R. Blanco y su proyecto Quinta Milú.

Germán los define como vinos de pueblo. A mí me gusta interpretarlos más como los vinos de siempre. Vinos amables, con elaboraciones tradicionales. Poca intervención en la viña, la justa para no tener problemas. Pisados con los pies, que garantiza una extracción sin elementos extraños en el vino procedentes de prensados extremos y con prensas mecánicas o hidráulicas. Crianzas en barricas usadas para no darle un aporte de madera excesivo al vino. En definitiva, hacer un buen vino y que sepa a vino y a la tierra que lo ve nacer.

Sin embargo, todo este proceso no está exento de ciertas técnicas y procedimientos modernos. Lo primero es buscar las viñas y terrenos de altura para dar una personalidad única a sus Riberas. Hacer las crianzas de cada parcela en barricas diferentes para después hacer la mezcla y buscarle el alma al vino. Apostar por terrenos con baja producción y gran calidad que cuentan con viñas de rasgos únicos y singulares que les den esa vuelta de tuerca a sus vinos.

 

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Por supuesto, Germán “garantiza” que cada año sus vinos van a ser muy diferentes. Van a conservar unos rasgos comunes, los que les aportan la tierra, la altura y la viña. Pero cada año es distinto; el sol, el viento y el agua cambian año a año. Y eso es lo que en los vinos de Quinta Milú vais a poder apreciar. Vinos de un mismo padre, pero nacidos en condiciones desiguales. Y en esta premisa se basa este proyecto. Un proyecto muy personal que se hace desde la pasión que se le imprime al líquido que se guarda en barricas de roble francés.

El creador de esta idea es un tipo de verbo ágil con el que da gusto charlar. Te presenta sus vinos sin la liturgia habitual. Sirve y te hace beber, te mira atentamente y te pregunta, ¿qué tal? Y así tiene que ser, pasemos de convencionalismos, aquí estamos para beber vino, no para bailar como vampiros alrededor de una copa teñida de rojo.

Germán asume que su proyecto puede gustar o puede no gustar. Asume que no todos tenemos los mismos gustos, y no todos tenemos en nuestra mano el gustar a los demás, por muy personal y apasionada que sea nuestra idea. Personalmente, me niego a creer que existen vinos universales. Si esto es así, estamos perdiéndonos algo en el camino.

En definitiva, Germán tiene buen olfato para hacer vino y apuesta por una viticultura diferente que le otorga una personalidad única a sus vinos, los cuales y por suerte, vamos a tener el placer de degustar este sábado 1 de noviembre en Burgos.