Todos partimos de la idea de que el equivalente a la Champaña son nuestros cavas. No es mal punto de partida, por supuesto. Pero hoy quiero dar un punto de vista alternativo a todo esto. Aún arriesgándome a que alguien me vapulee. Pero hay ciertas cosas que pese a elaborarse con el mismo método, no me cuadran tanto. Me estoy metiendo en muchos charcos a la vez, y ahora a ver como hago para salir de todos ellos.
Ayer probando este fino me vinieron muchos recuerdos y aromas que también encuentro presentes en los champagnes. Piel de naranja, masa de pan, lichis (¿he dicho lichis?) y frutas blancas en licor o albaricoques maduros, algo de vainilla, orejones y pan de bollo. Aromas muy vinculados a la levadura y al velo de flor. Pero también vinculados a los champagnes. Este fino no me dio aromas a ebanistería, ni a frutos secos, ni a lacas o pinturas que muchos vinos de Jerez tienen. Al menos no tan presentes como en otros vinos que he probado del marco, y ya son unos cuantos. De ahí que sacara una relación directa con algún champán.
Os cuento mis pensamientos, algo muy loco y que seguramente alguien que sepa mucho más que yo me lo rebata y me lo tire por los suelos y me deje a la altura del betún:
– La primera gran semejanza entre Jerez y la Champaña son los suelos. En los dos enclaves se dan suelos calizos y la composición además es parecida. Suelos de albariza en el marco, sobre todo en el interior, ya que las zonas costeras son más arcillas y arenas. Y suelos de creta en la Champaña. Ambos dos coinciden en su origen como fondo marino. Además son dos suelos porosos y con cualidades de retención para con el agua muy parecidas. La planta, por lo tanto, puede adquirir agua y nutrientes de forma parecida estos suelos. Por lo que el aporte a la baya y al mosto va a ser parecido en las dos zonas. Los suelos calizos además marcan mucho el carácter del mosto y del vino. Dotándolos de características propias, que puede que en próximos post nos liemos a discernir.
– Es verdad que partimos de dos uvas muy diferentes, la chardonnay y la palomino. Ambas uvas propias o endémicas del lugar donde se plantan. No se ahora mismo el origen de cada una de las castas, pero seguramente cada uno de los dos tipos sean las mejores adaptadas a los climas de cada sitio. Su carácter, además, es parecido. Uvas muy neutras que «se dejan influir» por los suelos y las crianzas. Muestran muy bien el carácter del suelo, en este caso el suelo calizo de ambos lugares. Pero aquí surgen dos de los grandes problemas. El ciclo vegetativo es totalmente diferente entre las dos variedades, ciclo medio en caso de la palomino y corto o muy corto en el caso de la chardonnay. Y la segunda gran diferencia es la época de maduración. En caso de la palomino se vendimia desde mediados a finales de Agosto o incluso años a principios de Septiembre pero es muy muy muy raro. Mientras que la chardonnay se suele vendimiar desde Septiembre, a veces incluso a mediados de Septiembre si el año ha sido pobre en insolación. El punto de maduración, en el momento de la vendimia, suele ser más alto el de la palomino que el de la chardonnay. O sea, que la chardonnay se suele recoger generalmente más verde que la palomino.
– Otra característica muy parecida es el tipo de crianza. En Jerez se lleva a cabo el método de criaderas y soleras de donde se realiza una saca y se homogeneiza el vino. Mientras que en Champaña tienen grandes cuvées para homogeneizar las cosechas y vinos, lo que se conoce como assemblage. Estos cuvees se alimentan siempre de mostos del año y surten a toda la producción del carácter principal del vino. Al igual que en Jerez con el sistema de criaderas y soleras, que la homogeneización y rocíos son constantes y la solera siempre suele comportar un mismo carácter. En la Champaña también se elaboran millesimé, que no pertenecen a ninguna cuvee. Son los champagnes horizontales o de añada. Se unifican pagos y viñas de esa añada por separado a la cuvee. Este tipo de elaboración sí difiere con la de ensamblaje tradicional que comparten Jerez y Champaña y es una de las grandes diferencias entre los dos lugares.
– Otra semejanza es el grado alcohólico con el que se recogen las uvas. Parecidos, alrededor de los 12ºC para la chardonnay y 13º para la palomino. La palomino madura no suele dar un grado alcohólico grande al igual que la chardonnay. Normalmente se le suele añadir azúcar a los mostos de chardonnay mediante la chaptalización para ayudarla a hacer la fermentación alcohólica por los escasos azúcares que aporta, mientras que a la palomino se la encabeza y añade el alcohol vínico. De una u otra forma al final se le sube el grado alcohólico al mosto o al mosto ya fermentado ya sea por adición de azúcares o la adición de alcohol vínico.
– Otra gran similitud es el carácter de los vinos. Sustancialmente secos. Con poquísimo azúcar residual. La flor se come todo el azúcar y finalmente nos encontramos con vinos extremadamente secos. En cuanto al champán, de por sí el mosto tiene poco contenido en azúcares y tras la fermentación hablamos de vinos bruts, o secos, con menos de 5 gr. de azúcar residual. En definitiva, vinos con una proporción de azúcar muy parecidos entre sí.
– Largas crianzas en ambos tipos de vinos. Tanto los cuvees como los vinos que pertenecen al año (millésimée) en Champagne son vinos con 3/4/5 e incluso más años de crianza en roble. Al igual que el fino, que solemos hablar de una transición de 5 años, aproximadamente, entre la última criadera y la solera. Y eso sin contemplar el periodo que ha estado sobretablas, que suele estar entre 6 meses y el año bajo velo de flor. Es verdad que hay aquí hay cierto truco. El champán casi toda su crianza la realiza en la botella, mientras que los jereces lo hacen en barrica.
– Velo de flor y la autolisis. Básicamente la autolisis se produce por la muerte de las levaduras y la posterior rotura de la pared celular. El fino y la manzanilla se tiran en contacto con las levaduras mucho tiempo, y es por ello que también sufren este proceso de autolisis. Levaduras que mueren y liberan sus aromas al vino. Aunque es verdad que la flor sigue viva durante muchos años, pero como en cualquier ser vivo, hay una renovación y de levaduras constantemente, y puede que esa autolisis esté en permanente funcionamiento. Esta es una parte común en la crianza de ambos tipos de vino. El constante contacto con las levaduras vivas y muertas. En Champaña este proceso se produce durante la segunda fermentación en la botella, las levaduras consumen todo el azúcar que aún les queda y van muriendo progresivamente y rompiendo sus paredes nucleares liberando aromas.
Y todo esto sí nos puede llevar a pensar que lo que estoy escribiendo es una auténtica locura. Por lo tanto, vamos a sacar ciertas diferencias, al menos las más evidentes y palpables. Ya que me vais a llamar loco…
Diferencias:
– La primera y más evidente es el carbónico. Una característica distintiva del champán es su carbónico diluido. Algo inexistente en el fino. Hasta ahora no conozco ningún fino con carbónico. Y no sé hasta qué punto este experimento sería ideal. Pero no es menos verdad, que hay muchos champañas con un carbónico casi testimonial, o tan patente como pareciera. Hay algunos que es difícil detectárselo en la boca, y que parecen más vinos secos, que espumosos.
– La segunda gran diferencia es la acidez de las dos uvas y por correspondencia de los vinos resultantes. Baja o muy baja en caso de los finos, y alta o muy alta en el caso de los champañas. Esto es así, es una característica de las dos uvas. Acidez en caso de la chardonnay y muchísimo menos en los mostos de Jerez. Este es un tema realmente muy importante y diferenciador entre los dos tipos de vino.
– Glicerina. Desconozco el contenido medio total de los Champañas de glicerol. Lo he estado buscando, pero no encuentro ningún índice de glicerina para comparar con el fino. Lo que está claro que tanto el azúcar como el glicerol en finos y manzanillas es prácticamente inexistente. La flor se come estos dos compuestos. Por lo que en el fondo el vino resulta seco o muy seco en la boca.
– La flor. Algo muy «exclusivo» de Jerez y de sus vinos de crianza biológica. De todos es sabido que las levaduras son las grandes protagonistas de las fermentaciones, pero sobre todo de las jerezanas, y por lo tanto de ceder aromas y sabores a los vinos. De todos es sabido el número de levaduras existentes, y que cada tipo genera y modifica compuestos, polifenoles y alcoholes de maneras muy diferentes. Este aspecto tan evidente en finos y manzanillas es un carácter diferenciador tremendo, porque prácticamente su vida como fino y se establece en simbiosis directa con las levaduras del velo de flor. Y esto le concede un carácter casi único en el mundo.
– Segunda fermentación. Normalmente los espumosos realizan una segunda fermentación en botella por la adición de licor de tiraje para que las levaduras realicen el cambio del vino seco a un vino espumoso, o sea, un vino con carbónico disuelto. Este proceos es otro de los grandes diferenciadores en el proceso entre jereces y champañas.
Bueno, pues ya veis a las conclusiones que he llegado. Al menos espero que os sirvan y que no me matéis por ello, ni por el ladrillo que me he cascado. Tampoco pretendo hacer nada científico ni crear cátedra. Solo es alguna reflexión, en la que puedo estar equivocado, pero que ayer probando se me ocurrió. Tampoco es mi intención comparar dos vinos emblemáticos a nivel mundial. Espero que os guste, y si no, me poneis a caer de un burro.
Saludetes
Corregidas ciertas imprecisiones a las 12:45 del viernes 26 de Febrero